El juego permite a los usuarios pilotar un dron y tomar decisiones sobre posibles ataques, a través de dos misiones de entrenamiento y tres con «fuego real».
[vc_row][vc_column][vc_video link=»https://www.youtube.com/watch?v=sjV3jaXEIeA»][/vc_column][/vc_row]
Los ataques con drones (aviones no tripulados) en conflictos armados se han multiplicado por diez en los últimos años a pesar de que las consecuencias que tienen sobre la población civil son estremecedoras. Amnistía Internacional y la empresa de innovación tecnológica Intelygenz han creado B3hind drones and hackers un juego que permite a los gamers conocer los efectos de estos ataques.
Amnistía Internacional denuncia que con estos ataques se viola el Derecho Internacional y exige rendición de cuentas por parte de los gobiernos que los ejecutan. Según las cifras que maneja la organización, los aviones no tripulados fueron la causa de 957 muertes en Pakistan en 2010 y de 920 en un total de 414 ataques entre 2014 y 2015. Aunque el último año parece haber disminuido esta tendencia.
«El uso de drones armados es muy complicado de documentar debido al secretismo por parte de los ejércitos que lo utilizan», explica Miguel Ángel Calderon, experto en drones y portavoz de Amnistía Internacional España. «En algunos lugares, como Estados Unidos, la utilización de los aviones no tripulados depende de la Agencias de Inteligencia, por lo que es difícil conseguir información y rendición de cuentas», añade. Se estima que en torno al 20% de las víctimas civiles las causan estos drones, aunque es difícil contabilizarlas debido a la falta de transparencia de los gobiernos. A la organización le ha sido imposible conseguir información de primera mano sobre los ataques. No sólo sobre el número de muertes, sino también sobre la bases legales en la que se apoyan los gobiernos para realizarlos.
El juego, disponible de manera gratuita en Google Play y Apple Store, toma como referencia los casos del último informe de Amnistía Internacional, Will I be Next?, que analiza cómo los ataques con drones han producido homicidios por parte de Estados Unidos que podrían constituir crímenes de guerra.
Durante las misiones, el operador del dron tendrá que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones y a los hackers (que se interesan por conseguir información para denunciar la violación de Derechos Humanos), así como activar la visión del dron, esquivar los obstáculos y fotografiar el terreno para decidir dónde lanzar los misiles.
«Nos pareció una manera directa de hacer llegar este problema a los jóvenes», explica Calderón. Señala además que muchos de los operadores de drones dicen que su utilización es similar a un juego. «A algunos no les parece que ataquen a nadie, y más cuando están a miles de kilómetros de distancia». La diferencia es que los jugadores sí que verán las consecuencias reales.
Calderón cuenta casos como el de Mamana Bibi (uno de los que aparecen en el videojuego), de 68 años, que murió en 2012 en un doble ataque –al parecer, le alcanzó un misil Hellfire– mientras recolectaba verduras en los campos de la familia y varios de sus nietos andaban por los alrededores. «No es un caso paradigmático, son víctimas concretas con nombres e historias», señala.
El experto recuerda también que, además del secretismo, hay varios casos sospechosos alrededor de la utilización de aviones no tripulados en los conflictos armados como el que tuvo lugar en el 2014, cuando el activista contra los drones Karim Jan, desapareció días antes de comparecer en el Parlamento Europeo sobre su experiencia con los mismos.
«Por lo tanto, nos encontramos ante un conjunto de evidencias que demuestran que los civiles se llevan la peor parte en estos casos», denuncia Calderón. El problema al que se enfrentan las organizaciones como Amnistía Internacional ahora es que es difícil encontrar a los culpables y hacer un balance exacto de las consecuencias de la utilización de drones sin la información exacta. «No hay manera de que nadie asuma responsabilidades ni se sienten en el banquillo», lamenta el portavoz.
Fuente: http://www.huffingtonpost.es/
Deja tu comentario